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Alimentación insana

 

 

 Nota de Opinión.

 Por: Georgina Acevedo

 Colaboradora de Conciencia Solidaria,

 Área Prensa.

 

La conocida máxima: “Somos lo que comemos”, se ha puesto de moda. Esta frase es utilizada, muchas veces de una manera “marketinera”, con el objetivo de persuadir a los consumidores de que el producto que está a la venta es  saludable. El verdadero origen de la frase proviene del filósofo y antropólogo  alemán Ludwing Feuerbarch en sus escritos “Enseñanzas de la alimentación”.

Feuerbarch era humanista y ateo. “Somos lo que comemos”, es una crítica a la visión católica que propone que el hombre “necesita sólo pan y agua”, y que sólo debiéramos preocuparnos por alimentar el alma. De esta manera, defendió el derecho de las clases más desfavorecidas a una alimentación digna.

En la actualidad, existe un problema real y concreto sobre la alimentación producto del impacto industrial, del abuso de los aditivos y transgénicos.

La Industria de los transgénicos ha redoblado sus apuestas para impedir que este negocio sustentado en un paradigma científico no sea cuestionado.

La discusión respecto a la inocuidad de los alimentos genéticamente modificados se discutió por primera vez en 1990, entre la Organización para la Agricultura  y Alimentación (FAQ) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se propuso el concepto de “equivalencia sustancial”, es decir, que se pudiera comercializar todo aquello que se asemeje al producto alimenticio original (en sus usos y características), con el objetivo de obtener permiso para vender nuevos alimentos, en el marco del desarrollo de la biotecnología, a la cual se le atribuye propiedades y valores.

La Argentina es el tercer productor mundial de soja transgénica, luego de EE.UU. y Brasil, con 24,5 millones de hectáreas en 2015, lo que representa casi el 14% del área global cultivada con transgénicos, según el informe "20 años de comercialización de cultivos transgénicos en el mundo (1996 - 2015) y cultivos transgénicos destacados en 2015", del Servicio Internacional de Adquisición de Aplicaciones de Agrobiotecnología (ISAAA, por su sigla en inglés).

Distintas investigaciones y encuestas realizadas por profesionales de la salud a personas de las comunidades agrícolas, encontraron tasas de cáncer de dos a cuatro veces mayor que el promedio nacional, así como mayores tasas de hipotiroidismo y enfermedades respiratorias crónicas.

Monsanto, principal productor del herbicida glifosato Roundup y la hormona bovina de crecimiento, contamina diariamente hogares, agua potable, los territorios y lleva a la muerte y enfermedad de miles de niños y adultos.

Las 23 provincias de nuestro país tomaron la iniciativa  en la regulación de la agricultura y las reglas varían. La pulverización se ha prohibido a 3 kilómetros de áreas pobladas en algunas provincias y, en otras, 50 metros. La mayoría carece de políticas detalladas de aplicación.

En diciembre de 2015, el Senador Nacional de la provincia de Buenos Aires Juan Manuel Abal Medina, presentó un proyecto de ley sobre los etiquetados de los alimentos. Sin embargo, este proyecto contempla valores de nutrientes,  grasas y azúcares y no solicita  la información respecto a la manipulación de alimentos en su composición.

Se viene dando una transformación del paradigma científico que propone a los alimentos transgénicos como “aquellos que quitarán el hambre del mundo”. En el mismo clima avasallante de la publicidad empresarial y corporativa, diferentes actores y conflictos sociales expresan señales de malestar y disenso que cuestionan estos supuestos.

Es fundamental que exista la posibilidad de elegir qué tipo de alimentación queremos para nosotros, conociendo las ventajas y desventajas de cada producto. Lamentablemente la verdadera información que se necesita para decidir no está al alcance de todos. Los medios de comunicación hegemónicos trasladan a la opinión pública una incertidumbre respecto a la problemática: informes e investigaciones sobre transgénicos, agrotóxicos y sus consecuencias es poco precisa y casi nula.

Los medios masivos no suelen centrarse en los efectos perjudiciales de ciertas aplicaciones científicas sobre la salud o el medio ambiente, y carecen de fuentes de información expertas que evalúen los riesgos para la comunidad. Lo que es más grave, los medios sólo dan la “versión oficial” de la comunidad científica, esto es, la que responde al mercado y a las empresas. Dejando totalmente de lado investigaciones independientes como la del Dr. Andrés Carrasco, médico argentino especializado en biología molecular y en biología del desarrollo, que estudió y comprobó los efectos nocivos del uso de glifosato en cultivos transgénicos, sobre el desarrollo de los vertebrados.

El nuevo escenario se instala de una manera pausada pero profunda, sumando fuerzas para cambiar el modelo productivo y abriendo caminos posibles. Muchos de ellos son los proyectos comunitarios de huertas agroecológicas llevadas a cabo por distintas organizaciones, cátedras universitarias como la cátedra libre de “Soberanía Alimentaria” de la Escuela de Nutrición de la UBA, seminarios o charlas que proponen la visión soberana, donde los pueblos tengan el derecho natural a acceder a alimentos nutritivos, producidos de forma sostenible y ecológica, con un propio sistema alimentario.

 Es necesario que la población esté bien informada y que se manifiesten distintas actividades para la concientización. Son las ONGs y las organizaciones independientes  las que llevan la bandera del derecho a la información  y de la movilización pública y cultural.

Como colaboradora de Conciencia Solidaria ONG, reivindico las luchas que se llevan adelante mediante asambleas, campañas, encuentros,  para atender las problemáticas emergentes que atentan con nuestra propia salud y contra el medio ambiente, haciendo tarea educativa en las redes, las calles, en los pueblos.

 


Campaña Nacional: “No Transgénicos - No Agrotóxicos”
Coordinadora: Adriana Arach
+54 911 3264 9644
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