Entrevista a Lucía Belén Cabrera
El Acoso Callejero ya está penado en CABA
Lucía Belén Cabrera es estudiante del Profesorado de Educación Física, tiene 25 años y fue la primera mujer beneficiada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con la aplicación de la Ley de Acoso Callejero.
Lucía, vos fuiste la primera mujer que se benefició con la Ley de Acoso Sexual Callejero, que existe en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Nos podés contar tu caso y contarnos la relevancia que tuvo a nivel mediático y social?
Yo estaba caminando por la Avenida Federico Lacroze, en el barrio de Chacarita, un lunes alrededor de las 15hs., por lo que había bastante gente en la calle. En un momento, vi que un taxista me estaba siguiendo, mientras me hacía gestos y me pedía que le pase mi teléfono. En un primer momento, intenté ignorarlo, pensando que se iba a ir. Pero lejos de eso, el conductor continuaba siguiéndome y pidiéndome el teléfono. Cuando pasé la segunda cuadra en esa misma situación, decidí acercarme al vehículo a "hacer algo": decirle que se vaya, explicarle que lo que él estaba haciendo es Acoso Callejero y que estaba mal, o insultarlo, lo que me saliera para desahogar la bronca e impotencia que me generaba esa situación.
En ese mismo instante, vi que había un oficial de la policía federal parado en la vereda, por lo que pensé que en realidad era, o debería ser mejor dicho, una institución que debería cuidarnos y respaldar nuestro derecho a transitar libremente los espacios públicos, aunque sepamos que muchas veces eso no es así. Tuve la suerte de que este hombre respondió al instante, y se acercó al vehículo, lo detuvo y le solicitó su documentación. La primera actitud del taxista fue decir que él “no estaba haciendo nada malo”, sino que "sólo me estaba pidiendo el teléfono", sin tener en cuenta, por supuesto, que yo no estaba consintiendo su actitud. En ese momento, comencé a explicarles a ambos por qué ese hecho se enmarcaba dentro de la figura de Acoso Callejero, por qué me generaba miedo e intimidación y, al mismo tiempo, la relevancia de que esta práctica sea tan cotidiana lamentablemente. Luego, les comenté la importancia del contexto en el que se da este tipo de actitudes en los espacios públicos, donde una mujer es asesinada cada 24 horas, sólo por el hecho de ser mujer (según el registro que realiza la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana, MuMaLá), por lo que, por esta forma de violencia extrema, sumada a otras formas de violencia, las mujeres ya salimos a la calle en una situación de vulnerabilidad. Luego, le pregunté al conductor del taxi si no tenía madre, hija, sobrina, quien pudiera vivir en carne propia el acoso callejero. Él me dijo que tenía una hija adolescente, a lo que le contesté, que seguramente ella era tan víctima como yo, y como tantas otras mujeres, que día a día lidiamos con estas situaciones. En ese momento se disculpó conmigo. Le contesté que no me alcanzaba con que me pida disculpas, sino que lo que yo quería era poder caminar libremente por la calle, sin que nadie opine sobre mi cuerpo, mi forma de vestirme, mi identidad, ni mi orientación sexual. Por ese motivo le pedí que le comente a sus amigos y conocidos sobre lo que significa el acoso callejero, y la importancia de que dejen de realizar esa práctica, y si no la realizan, que concienticen sobre el tema. Ya que eso es fundamental para poder revertir, en parte al menos, una cotidianeidad que nos aqueja tanto.
Entonces, el agente policial me preguntó si quería hacer la denuncia por hostigamiento. Yo le había preguntado si no existía una ley que sancione el acoso callejero, y él me contestó que no. Finalmente, decidí denunciar la situación aunque sea bajo la caratula de hostigamiento. Unos minutos después de eso, él se acercó sorprendido para comentarme que había encontrado en Google esa ley de la que yo le hablaba. Por lo que me tomaron la denuncia bajo la caratula de Acoso Sexual Callejero. El taxista, para todo esto, firmó el acta contravencional que daba cuenta de los hechos sucedidos, aceptando su responsabilidad.
Tanto antes, como después de ese 20 de marzo, fue fundamental estar en contacto con organizaciones feministas -en mi caso, participo de MuMaLá-, ya que gracias a esas redes que vamos generando las mujeres que nos involucramos en la lucha por nuestros derechos, fue que logramos ese día hacer la denuncia, y más adelante, la audiencia que dio lugar a que el taxista tenga que realizar un curso formativo que, si bien no era específicamente sobre cuestiones de género, fue adaptado para la situación particular, donde se trabajaron contenidos relacionados con la temática.
Fue así, que junto con mis compañeras, pudimos hacer llegar el caso a los medios de comunicación masivos. Esto posibilitó plantar en la agenda un tema que nos parece muy importante se discuta en todos los ámbitos posibles, justamente para generar consciencia y para que se logre empezar a desnaturalizar esta práctica culturalmente machista, que no es más que una forma más de violencia de género, y una de las más legitimadas e invisibilizadas que sufrimos las mujeres desde que somos niñas.
¿Participás de alguna agrupación feminista?
Sí, participo de MuMaLá. Es la agrupación que realizó la encuesta sobre Acoso Callejero en CABA, que fue una fuente importante para que se sancione la Ley de Acoso Sexual Callejero. Dicha encuesta mostró que el 100% de las mujeres, habían sido víctimas de alguna forma de Acoso Callejero, y que una de las edades en que comenzaron a recibir estas formas de abordaje son los 9 años, es decir, desde niñas. Por eso, también, es importante que se implemente la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), ya que está dentro de sus contenidos, la prevención de casos de acoso y de abuso. Las MuMaLá también hicieron una encuesta sobre la aplicación de la ESI en CABA, y los resultados demostraron que en promedio se dictan alrededor de 2hs. por año de ESI, al mismo tiempo que el 80% de los adolescentes encuestados afirmaron que no habían recibido contenidos de prevención de violencia de género durante su secundaria. Definitivamente, un resultado que muestra la insuficiencia de la aplicación de la Ley. También estos datos muestran cómo el Estado se lava las manos cuando hablamos de cuestiones de igualdad de género, asignando poco y nada de presupuesto para la aplicación de ambas leyes. En el caso de la Ley de Acoso Sexual Callejero, aún al día de la fecha no se han realizado ni las campañas de prevención, ni las capacitaciones al personal policial, ni judicial. Y en el caso de la ESI, Ley que rige hace más de 10 años en el territorio nacional, vemos cómo se está recortando, cada vez más, el presupuesto asignado para su aplicación.
Por eso es necesario que las mujeres estemos organizadas y sigamos visibilizando las distintas formas de violencia que vivimos todos los días, y así, continuemos exigiéndole al estado que tome cartas en el asunto y se haga responsable de esta situación que coarta nuestra libertad en múltiples ámbitos y se lleva la vida de una de nosotras tan sólo cada 24hs.
¿Por qué creés que hay cada vez más feminicidios en Argentina?
Creo que el empoderamiento de las mujeres con respecto a nuestros derechos hace que empiecen a modificarse los roles asignados socialmente, tanto para mujeres, como para varones. Históricamente, las mujeres fuimos las más perjudicadas en esa distribución de roles. Hoy, la visibilización de esa situación de desigualdad de género, hace que progresivamente comiencen a agotarse algunas formas de opresión que estaban naturalizadas. Al empezar a liberarnos, vamos poniendo límites a esos modos de opresión machistas. Esto hace que haya varones que lleguen a la forma de violencia de género más extrema, el femicidio, para intentar perpetuar la dominación sobre el género femenino. Éste es el último "recurso" que les queda para reafirmar esa forma de control sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, luego de que nosotras comenzamos a desarticular y cuestionar las formas de violencia culturalmente machistas, que nos aquejan desde niñas.
Por ejemplo, imaginemos una mujer de hace cincuenta años atrás, como muchas de nuestras abuelas, que tenían que bancarse una paliza perpetrada por su marido por si la comida no estaba lista cuando él quería, o una mujer que se negaba a tener sexo. Después de esa paliza, no pasaba nada, en esa época. Hoy, muchas mujeres después de una paliza deciden irse de sus casas. Y ellos no saben cómo convivir con eso, como retener a esa mujer que es cosa suya, y entonces o suya o nada.
Decía el gran Galeano: “Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.
Te vimos hace unos días, exponiendo tu caso en el Panel de Lanzamiento de la Campaña "Libres Nos Queremos". ¿Por qué decidiste sumarte?
Porque me parece de suma importancia que las mujeres continuemos generando y fortaleciendo espacios de encuentro, de intercambio y así, de lucha por nuestros derechos.
Algunos derechos están plasmados en distintas leyes y otros, todavía esperamos sean conquistados. Todos ellos no implican, ni más ni menos, que nuestra libertad. Libertad sobre nuestros cuerpos, libertad sobre nuestra sexualidad, libertad sobre nuestras vidas.
Aquel 3 de junio del 2015, nuestras voces se unieron, dijimos basta, y gritamos bien fuerte: ¡Ni una menos!, ¡Vivas nos queremos! Y a partir de ese momento hicimos un camino donde, de alguna manera, logramos empezar a cuestionarnos, a nosotras y a toda la sociedad, las distintas formas de opresión que sufrimos las mujeres a partir del machismo que impera. En primer lugar, visibilizando que nosotras somos las principales víctimas de las formas de violencia de género más extremas: violaciones y femicidios.
Luego, hicimos hincapié no sólo en que no queremos que nos maten por ser mujeres, sino también en que queremos poder vivir en libertad. Libres de los estereotipos de belleza que nos imponen desde pequeñas, libres de decidir sobre nuestros cuerpos, libres de decidir sobre nuestra sexualidad, libres de decidir sobre nuestros proyectos de vida, libres de hacer, no hacer, de elegir, de decidir: LIBRES, nada más. El nombre de la Campaña Nacional “Libres nos queremos” expresa con mucha claridad nuestro deseo y nuestra lucha. Por todo esto me sumo e invito a que se sumen todas las mujeres que quieran comprometerse a avanzar, juntas, por nuestra libertad.
La libertad de Higui, presa por defenderse en una violación lesbocorrectiva a manos de diez hombres, la conseguimos entre todas. ¿Qué pensás de la absolución?
Pienso que Higui tiene que ser absuelta, porque a la hora de juzgarla no se puede separar el hecho ocurrido de la realidad. Esa realidad inseparable tiene que ver con que por ser mujer y por ser lesbiana, sufrió durante años distintas formas de violencia constante y extrema, tanto de la sociedad como de las instituciones. Higui, ha tenido que mudarse varias veces porque la hostigaban, la amenazaban de muerte, y hasta le prendieron fuego la casa antes de atacarla. Ella portaba ese cuchillo porque temía ser violentada hasta las últimas consecuencias, es decir, su muerte.
El hecho de tener una justicia patriarcal, que carece de perspectiva de género, hace que en el caso de Higui, no se tenga en cuenta ni el intento de violación del cual ella fue víctima aquel día de octubre del 2016, ni que por ser mujer y lesbiana, sufría distintas formas de violencia desde mucho antes.
Las mujeres crecemos con miedo. Crecemos luchando. Constantemente lidiamos con la opresión del sistema: del Estado y de la sociedad. Y eso no puede ser escindido de un caso de intento de violación machista "lesbocorrectivo".
Campaña Nacional: "Igualdad"
Coordinadora: Lic. Mariela Silvestein
+54 911 3265 5010
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