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Dolores Fonzi

 

Tracción a Sangre y Trabajo Digno

La dialéctica del dominador-dominado. ¿Cómo salir de ella todos, sanos y salvos?

 

Imagen: CHACO DÍA POR DÍA 

 

El espiral de violencia en la sociedad del capitalismo globalizado, cruza las vidas y las muertes de todos los seres vivos. 

Tomando a Ghandi, podemos recordar esta cita: "El sendero de la paz, es el sendero de la verdad. Conquistar la veracidad es más importante que conquistar la paz. Por cierto, la mentira es la madre de la violencia. El hombre veraz no logrará ser violento durante mucho tiempo: en el curso de la búsqueda advertirá que no precisa ser violento. Después, descubrirá que mientras persista en él un mínimo rastro de violencia, no conseguirá encontrar la verdad que procura".

Es por esta razón, por esta inspiración a la búsqueda de la verdad y a la salida de la violencia, como único acercamiento posible a la paz, que intentaremos ser claros en la corrección de la falsa afirmación respecto de que los defensores de los animales son egoístas y no están contemplando la necesidad de trabajo de los carreros. Falsa afirmación, que por cierto además de ser falaz, conlleva a la división en lugar de a la necesaria unión, para poder salir del espiral de violencia.

En este sentido, nuestra denuncia debe ser clara y precisa, para dejar en evidencia una realidad que no se puede tapar: humanos y animales, son víctimas de un mismo sistema explotador, de una dialéctica, que cada vez deja a más personas en los márgenes, o bien, caídos del sistema, sin las necesidades básicas satisfechas, y expuestos a un devenir inarmónico, para proporcionarse lo mínimo e indispensable para que no se acabe su vida. En ese devenir, que en definitiva, es un intento diario y desesperado de supervivencia, muchas veces, es la vida misma, aquella que termina en un accidente fatal.

El fin de la vida en la tracción a sangre, puede ser tanto para el caballo como para el carrero, demostrando que detrás de esta actividad, para algunos llamada trabajo, hay un sistema perverso, en el que tanto el humano como el animal, son víctimas, no sólo de posibles accidentes, sino de una malísima calidad de vida, todo aquel tiempo en que la actividad dura. Ya testifica perfectamente lo antedicho, los distintos trabajos realizados por veterinarios rescatistas equinos y agrupaciones, que bregan por una ley que prohíba la tracción a sangre, reorganizando todo lo implicado en una nueva forma de realizar la actividad, de manera más equilibrada y armónica, sin esclavitud infantil, sin alquiler de caballos y carros, y con la disponibilidad de vehículos realmente acordes al peso de la carga de materiales que se vayan a juntar para la venta y/o el reciclado.

Consideramos, que la tracción a sangre se inserta en un contexto de amplia pobreza, vieja y nueva, emergente de un modelo caduco, que tiene que transformarse definitivamente. No sólo para evitar esos tan recurrentes accidentes, sino para posibilitar una vida digna, para animales libres de todo tipo de explotación que los objetivice, enferme y mate. Y en un rescate simultáneo, liberar también y elevar la calidad de vida de las personas, logrando una vida digna también para ellas, con trabajos verdaderamente dignos, que demuestren que la transformación es posible, y que hay una dinámica que puede darse socialmente a través de la lucha, basada en investigaciones concretas, que ponga fin a este tipo de flagelos.

Esa dinámica llevaría tanto a hombres y mujeres, como a niños y niñas, a un avance, una profunda mejoría, una liberación, mientas que liberaría a los animales del sufrimiento que se les impone arbitrariamente.

Propiciar trabajos que realmente puedan ser llamados trabajos, que sean sin violencia y con respeto, a la vida propia y a la de los otros seres, humanos y no humanos, debe ser tarea del Estado, y parte de la planificación de sus políticas, basadas en leyes justas e integrativas.

Es decir, no pensamos al carrero como dominador del dominado caballo, sino que pensamos a ambos como dominados por el mismo sistema opresor del cual queremos salir. Queremos que ambos, animal y humano, se liberen del sufrimiento de la dominación a la cual son sometidos. Es una dominación de un poder hegemónico y un modelo hegemónico, que ya se está rompiendo, porque muchas personas ya no lo queremos y porque nuestros reclamos de una necesidad de un cambio de paradigma, ya están teniendo sus frutos. Muestra de esto es el logro de la prohibición de carreras de galgos en Argentina, y otras leyes proteccionistas en el mundo, que elevan la calidad de vida de toda la población, no sólo de los animales, porque es indispensable pensarnos como totalidad y comprender que no ejercer violencia hacia ellos, es parte de nuestro crecimiento y nuestra liberación. Es decir, con ese tipo de leyes, no sólo se liberan los animales, sino que se rompe la dialéctica, se transciende, una situación de violencia y eso es mucho y muy importante.

Eso habla de poner en funcionamiento de manera correcta nuestra voluntad como ciudadanos y que el poder que todos tenemos se transforme en leyes éticas y morales. Poder para liberar, poder para ordenar y organizar, vidas y trabajos, de manera más digna, incluso con devoción hacia todos nuestros queridos hermanos animales, que no tienen voz. Para ser más precisos, devoción a la vida toda, que filosóficamente hablando es Vida Única, en todos. Esencia única, indivisible y eterna.

Se hace indispensable para nosotros, repensar qué es la libertad,  y rechazar ciertos medios, como en este caso, la tracción a sangre, para salir de la alienación destructora de la naturaleza, los lazos sociales y ecológicos.

 

Translimitación Ecológica

 

Por todo lo antedicho, y estando en una actual situación de translimitación ecológica, el hombre como ser social, se ve estimulado a tomar una posición de participación real, donde puede manifestar, en alguna medida, la potencialidad de su ser.

Vemos entretejerse nuevas habilidades, nuevos formatos de comunicación y de resistencia social y ciudadana, que expresan en diferentes formas y en diferentes grados, la responsabilidad de los sujetos, ciudadanos de mundo, ante esta crisis ecológica y social. Esta responsabilidad es, por la propia vida, pero también por la vida de aquellos que no tienen voz para manifestarse por ejemplo, en un Congreso, nuestros hermanos animales.

Muchas personas se preguntan por el sentido de la vida en momentos como estos,  revisan su actitud y sus conductas hacia la vida toda.  Hombres y mujeres que resisten en red. De contención, de saberes, de lucha.

Otros, no, y de manera más sumisa, sucumben ante la sensación de soledad y abandono, frente a las necesidades de subsistencia material. Es una suerte de sumisión inmediata, a las necesidades de subsistencia de un presente inmediato, la que determina el juego de cierta violencia humillante.

¿Se puede ignorar el horror de la destrucción de la vida?

El tercer milenio se enmarca de manera contundente en un desafío. Ya lo expresa el preámbulo de la Carta de la Tierra, con un fuerte diagnóstico, de construcción colectiva, que interpela a los pueblos: “Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro. A medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común (…)”. 

Inspiran estas palabras de manera urgente, la necesidad de liberarnos de ciertos “medios” y salir de la alienación destructora de la naturaleza, los lazos sociales y ecológicos. Inspiran a la necesaria unión entre sujetos, en pos de una meta común, un propósito único: custodiar la Vida y no objetualizarla o cosificarla de una manera ridícula.

Para ello, una filosofía práctica es requerida. Una filosofía que ame la Vida por sobre las cosas, y que sostenga que la Vida tiene que estar en el centro. Una filosofía que no convierta a la Vida en recursos. Podríamos decir, en términos spinozianos, que son necesarios buenos encuentros. Esos que acontecen entre seres que obran aumentando la potencia de existir.

Signan nuestra época las guerras por el agua, las guerras por los combustibles fósiles, las guerras por territorios, con un tinte hostil e hiriente, que cotidianamente con su gusto amargo y salvaje, nos toca más lejos o más cerca, según dónde estemos ubicados geográficamente, pero que de manera indudable afecta al globo en su conjunto y a la civilización toda. Esta coyuntura, abre puertas a un movimiento de resistencia social y ambiental amplio, que se permite fervientemente decir: NO; rechazar el modelo de desarrollo hegemónico propuesto por los estados en complicidad con las corporaciones, y reflexionar alternativas posibles, en torno a energías verdaderamente limpias, en formas cooperativas de la producción, el manejo y la distribución de los Bienes Comunes, habilitando de este modo una inclusión laboral distinta, incluso con trabajos distintos, hoy perdidos por la monopolización de las grandes corporaciones de monocultivos que despueblan de trabajadores las zonas rurales, quedando así cada vez más máquinas y más químicos, menos diversidad biológica y cultural, y más empobrecimiento y muerte de la tierra.

La separación entre el campo y la ciudad, entre el productor y el consumidor, por ejemplo de alimentos, empieza a estar cuestionada en las ciudades cuando los seres se preguntan por la verdad de lo que comen: ¿verduras rociadas con agrotóxicos?, ¿animales engordados en feedloots, alimentados con soja transgénica previamente rociada con agrotóxicos, y alimentados con antibióticos?

O cuando los informes de las escuelas rurales rociadas por aviones de fumigación salen a la luz, e incluso la justicia tiene que tomar partido ante las muertes por envenenamiento.

En el contexto, entonces, de verbalizar los motivos para prohibir la tracción a sangre, vemos importante también mencionar lo antedicho, porque la tracción a sangre se ejecuta en este contexto histórico actual, donde la pobreza es uno de los peores impactos que tiene el extractivismo, además de las graves consecuencias ambientales, que imprimen un rostro complejo y desagradable a la faz planetaria, y a la vida de seres humanos e individuos de distintas especias animales, que también tienen sus derechos y deben ser respetados.

En el marco de esta humillación a los ecosistemas, a las comunidades locales, campesinas e indígenas, existe una resistencia que es loable de admiración.

La subjetividad y el status quo se ven alterados fuertemente cuando lo más cotidiano es lo que puede faltar en cualquier momento: trabajo, comida, alimento, agua, vida.

Pero que de este callejón devengan cambios positivos y liberación, depende de nosotros como sociedad, ya que el horror de la destrucción no puede ser ignorado.

Nos remite a un lugar íntimo, donde en conciencia debemos decidir de qué lado vamos a estar. Si a favor de la vida o favor de la muerte.

Hoy en día, libertad significa expresar Vida y Consciencia. Y capitalismo salvaje globalizado significa extractivismo, egoísmo, especismo, pobreza, esclavitud infantil, carreros, tracción a sangre, lazos sociales y ecológicos devastados por la explotación desmedida, destrucción, violación de derechos humanos y de la naturaleza, básico. Ecocidio. Genocidio.

La apatía y la inercia en este marco, son actitudes de alto riesgo.

Como contracara, la posibilidad de relacionarnos desde la ética del cuidado, la compasión y glorificación de la existencia, está dada y es necesario asumirla. Muchas personas, autores, conferencistas, sociólogos y filósofos, están apuntando a la necesidad de reconstruir vínculos sociales sanos y tiernos. Muchos y muchas, ya lo estamos haciendo e incluimos en estos vínculos sociales, también, a los animales.

Es imprescindible denunciar las estrategias comunicacionales que utilizan el engaño como moneda corriente.

Tenemos la libertad de rechazar ciertos medios, como la tracción a sangre, y hacerlo con contundencia, proponiendo alternativas viables. Y de este modo lograr que las sociedades humanas, y cada individuo, en un trabajo profundo, pueda salir de la alienación destructora. Volviéndose el ser cada vez más pleno, potente, y social, con una participación real y creativa, que desafíen a la inercia y la violencia de manera concreta, invitándolas a transformarse en coraje para llegar al Bien Común.

Sucede que la contaminación y la devastación, no es sólo ambiental y física, sino también psíquica y social, llena de mentiras y engaños. Sin esa contaminación, que apunta a las subjetividades y a las psicologías, no habría tanta vulnerabilidad en los sujetos disciplinados por esos dispositivos hegemónicos.

Sería bueno recordar a Ghandi, cuando decía: “No bien desaparezca el espíritu de explotación, los armamentos se convertirán en una carga insostenible. El auténtico desarme no ocurrirá mientras las naciones del mundo no paren de explotarse a sí mismas”.

¡Dejemos de explotar animales y liberémonos nosotros mismos como humanos de esta pesadilla!

El sentido de la vida, en momentos como estos, determina un único rumbo. Hacia delante y de una nueva manera. Inédita y lista, para ser construida colectivamente desde lo más profundo del ser, de su amor por la vida y sus coterráneos.

 


 Contacto:

Lic. Mariela Silvestein

Socióloga y Terapeuta

Co-coordinadora Área Prensa

+54 911 3265 5010

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