Entrevista a Martín Solé, Ingeniero Químico
A 40 AÑOS DEL GOLPE, ENTRE LA JUSTICIA POR SU EXILIO Y LA MILITANCIA AMBIENTAL
Conciencia Solidaria, a través de la Socióloga (UBA), Lic. Mariela Silvestein, entrevistó al Ingeniero Químico Martín Solé. Ambientalista que recientemente ha ganado un fallo en la Justicia (10 de marzo de 2016), que lo confirma como exiliado forzado en su niñez. Según la ley 24.043, se permite a quienes hayan vivido la última dictadura militar argentina en el exilio realizar este trámite ante la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Yo no desaparezco”, declaró.
¿Qué pensás de la dictadura?
La dictadura es un gran dolor, cuando marchamos el último 24 de marzo, sentí eso, un gran dolor colectivo, que buscamos sanar quienes participamos de las marchas y quienes defendemos la vida y los derechos humanos, por encima de cualquier otro interés. Su efecto en la sociedad fue devastador, destructor, los hijos, aún estamos y nuestros padres, algunos, también, somos como la naturaleza, amortiguamos los golpes y nos rearmamos.
¿Cómo lo viviste?
El 19 de Febrero de 1980, llegamos al aeropuerto de Estocolmo, Suecia y ahí estaba mi papá, detrás de un vidrio esperándonos (él había viajado tres meses antes). De ahí nos fuimos a Uppsalla, la cuarta ciudad más grande, cercana a la capital, la vida era novedosa y extraña, aprender el sueco, pasar de vivir en el campo a la ciudad, tener compañeros de diferentes nacionalidades en la misma situación (árabes, chilenos, argentinos, peruanos), junto a los niños suecos. Para mí era una gran ficción. Nos acostumbramos al invierno crudo y a la comodidad de las viviendas suecas, a su sistema de vida. A participar acompañando a mis padres en las marchas antinucleares de los '80. A ver a mis papas estudiar y trabajar.
Cuando fue la guerra de Malvinas, ellos lloraban frente al televisor y los niños no sabíamos por qué. Mis abuelos de Argentina nos visitaron en una ocasión. El mundo para un niño es su barrio, no me podía imaginar otro continente, escuchábamos hablar de Argentina hasta que se instaló la idea de volver, pero nunca registré si nos dijeron que en Argentina había una dictadura o a que a mi papá lo perseguían para detenerlo y pasarlo a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN), en ese entonces. Tampoco sabíamos que lo habían echado del trabajo en la casa de Gobierno de la Pampa antes irse a Suecia. con la excusa de visitar a su padre en España, que cumplía 60 años. Todos estos detalles los fui sabiendo después, de a cuenta gotas, mucho después, cuando empecé a buscar las pruebas de nuestro exilio a través de la Secretaría de Derechos Humanos, en el 2011. Se encontraron las órdenes de captura elaboradas por la Dirección de Inteligencia Naval, en 1977, a las que llamaban listas "Delta", estaban firmadas por un capitán de navío y se conformaban con el nombre, apellido, organización a la que se sospechaba que pertenecía la persona buscada y su documento, con la orden de ser detenido y pasarlo a disposición del PEN. Además de esto, se encontraron las fichas que elaboraba la Dirección de Inteligencia de la Policía de Buenos Aires (Ex-DIPBA), de las personas buscadas, con detalles como el domicilio, con quien convivía, etc. Todos estos documentos de la dictadura encontrados fueron redescubriendo nuestra historia y nos permitió empezar a hablar entre nosotros, nuestra familia, aparecieron detalles y reconocimos dolores de los cuales no habíamos repasado. Regresamos a Santa Rosa en democracia, en el año 1984 y no nos fuimos más, acá nació mi tercer hermano. Cuando nos instalamos en Santa Rosa, mi ciudad natal, de donde es mi familia, otra vez la diferencia, la escuela, las otras costumbres. Eso me hacía sentir diferente, al margen, con algo para contar una y otra vez, nuestra historia resultaba fantástica y no horrorosa cuando se lo contábamos a nuestros compañeros de la primaria, secundaria, por esto digo, fue una ficción para mí que de a poco se fue quebrando en mil partes hasta encontrar la verdad y asumir el exilio en familia, hacia adentro con mis padres y hermanos. Todo esto último paso muy recientemente, y han transcurrido 40 años del golpe.
¿Qué pensás de la vida social hoy en Argentina?
La vida social esta esquematizada, tenemos estereotipos muy fuertes aún por desestructurar, algunos viven sin cuestionárselo y se adaptan como pueden, como les sale y otros son más críticos y buscan nuevas formas transmodernas de vincularse como por ejemplo el surgimiento de los grupos ecologistas o de resilencia frente a la realidad, o los grupos transgénero, gay-lésbico, exiliados, que son en definitiva grupos que buscan una identidad dentro del Estado que conformamos.
Vivimos en una pluriculturalidad que necesitamos reforzar como sujetos críticos, no sólo con una imagen si no con un pensamiento e identidad subconsciente, sabiendo que tenemos que convivir con quienes quieren ser diferentes o que tienen otros gustos, intereses y valores. Por esto surge la necesidad de que si queremos crear una realidad futura o presente de acuerdo a aspiraciones colectivas, bueno, tenemos que involucrarnos de lleno, si no estaremos en la vereda en donde caminan quienes acompañan o rechazan lo que proponen otros.
Sabemos que sos ecologista, ¿cuál puede llegar a ser el límite en Argentina a la Megaminería y al Agronegocio?
Creo que los limites son varios; primero. el agotamiento de los recursos a niveles que no sean rentables para las empresas o el desgaste del suelo y de su capacidad de aguantar la presión tecnológica de la maquinaria, las semillas transgénicas y los agroquímicos, sean fertilizantes o biocidas.
Por otro lado, está el límite social, caso Esquel, Famatina, en nuestro país, en donde una comunidad se organiza para parar el avance del extractivismo mineral; y el caso de Malvinas Argentinas a escasos kilómetros de la ciudad de Córdoba, en donde también se consiguió frenar la instalación de una empresa creadora de semillas transgénicas.
Tu profesión, la ingeniería, ¿cómo puede colaborar con la actual situación de desprotección a los derechos humanos a través de los transgénicos y los agrotóxicos?
Mi profesión es la Ingeniería Química, estudié en la Universidad Nacional de Córdoba. Para el año que me recibí (2000), aún en la currícula no se hablaba del cuidado del medio ambiente, creo que cada uno lo llevaba a eso más como una cuestión individual o con algunos compañeros. No había conciencia académica respecto de cómo nuestro campo de estudio y práctica podía posicionarse con una mirada ecologista o al menos consciente de que todos los procesos industriales o su mayoría son fuentes de contaminación para el medio ambiente. Existía un gran vacío respecto al tema. Nosotros, los ingenieros químicos, somos los que trabajamos en la industria, como peritos técnicos en la justicia y en organismos del estado vinculados al desarrollo tecnológico. El tema es que al haber pasado por algunas experiencias industriales y estatales no veo que desde adentro de la industria se pueda provocar grandes transformaciones en este sentido, porque lo que se busca es maximizar el beneficio sin importar el costo ambiental, que lo terminan pagando los trabajadores y los vecinos de las fábricas. Y conozco casos de ingenieros químicos que después de haberse jubilado, recién ahí se vuelcan a conciencia a luchar junto a las ONGs ambientalistas que son actores fundamentales en garantizar los derechos constitucionales que se vulneran constantemente. Los ingenieros químicos podemos hacer mucho en el campo de la justicia colaborando con abogados, trabajando de forma interdisciplinaria dentro de organizaciones con personería jurídica, traduciendo los términos técnicos en un lenguaje común para el resto de la comunidad que se involucra y que necesita comprender y formarse. También en el campo de la educación, en las universidades podemos proponer otra mirada, podemos exigir a los rectores que incluyan en las carreras técnicas materias de contenido humanístico, social y ambiental. Aún queda mucho por hacer.
¿Cómo conocés a Conciencia Solidaria?
Fue a través de compartir un espacio en la calle, frente al Congreso, hace unos 3 años atrás, ahí existía un grupo de personas que instaló un acampe para expresar la disconformidad frente al agronegocio y todo lo que implica.
Una cosa es conocer a alguien que integra la ONG y otra es conocer la imagen de la ONG a través de los medios, no es lo mismo. Fue grato para mí recibir la mano de Mariela Silvestein, me dio un empujón fuerte, participamos de las asambleas, discutimos, me invitó a un programa de radio, marchamos juntos al SENASA y al Ministerio de Agricultura, nos reunimos con sus representantes y presentamos nuestras demandas. Fue un aprendizaje colectivo que duró meses, muy linda experiencia.
¿Participás en alguna organización?
Sí, soy parte de dos ONGs de San Nicolás de los Arroyos, Protección Ambiental Río Paraná y Cuenca Río Paraná, donde se está librando una embestida ambientalista importante contra empresas que producen biocidas, pesticidas, plaguicidas, etc., y otras que deforestan y promueven el monocultivo de especies arbóreas.
También formo parte de una organización vinculada a la atención primaria de Salud gratuita y autogestiva en zonas marginales, en la provincia de Buenos Aires, que se llama Propuesta Tatú.
¿Creés en el cambio?
No voté al gobierno actual, es una palabra ponderada de moda, el cambio. No le hago caso a eso, creo que lo mejor de nosotros es ser sujetos críticos colectivos, que podemos encontrar un sentido amplio a nuestra existencia, de la que vamos siendo conscientes, que podemos involucrarnos en lo que nos define, en las leyes que rigen nuestra vida que han sido redactadas por nuestros antecesores mal o bien, y las que vendrán que pueden ser creadas por nosotros, porque confío en eso, en nuestra capacidad creadora. Ahora creer implica también una postura muy esperanzadora, necesitamos revisar nuestros sistemas de creencias, es una necesidad humana. Saber en cuál estamos ahora, y que podemos desestructurarlo y entender cuáles permanecen remanentes. La verificación de una creencia se da cuando se logra la conquista de un derecho después de haber recorrido un largo camino. Ahí si podemos decir, esto en lo que creía funcionó, ahí la creencia se verifica, pero muchas veces necesitamos creer en sistemas o lógicas que en definitiva siempre son humanas y no tenemos la certeza que serán verificadas.
¿Algo más que quieras decir?
Quiero agradecer la entrevista, saludar a los lectores de este newsletter, y compartir con ellos la fuerza para ser en parte artífices de nuestra realidad en lo posible, y también invitarlos a formarse, a transformarse y sobre todo estimar aquellas conductas que se materializan con los hechos y no sólo con las palabras, contribuyendo a mejorar nuestra calidad de vida colectiva con un sentido creador profundo.
Lic. Mariela Silvestein
Socióloga
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